Reyes Malditos 7. De como un rey perdio Francia by Maurice Druon

Reyes Malditos 7. De como un rey perdio Francia by Maurice Druon

Author:Maurice Druon
Format: mobi
Published: 2010-11-30T19:27:31.988000+00:00


Tercera parte

LA PRIMAVERA PERDIDA

1

El perro y el zorrito

¡Ah!, me siento verdaderamente satisfecho de haber visto de nuevo Auxerre. No creí que Dios me concedería esta gracia, ni que me complacería tanto. Ver nuevamente los lugares que fueron un episodio de nuestra juventud nos conmueve siempre. Ya conoceréis este sentimiento, Archambaud, cuando hayáis acumulado suficiente número de años. Y si llegáis a atravesar Auxerre, cuando tengáis la misma edad que yo, que Dios os conserve hasta entonces, diréis: «Estuve aquí con mi tío el cardenal, que había sido obispo en este lugar; fue su segunda diócesis, antes de recibir el capelo. Lo acompañé en el camino a Metz, adonde se dirigía para ver al emperador...»

Residí aquí tres años, tres años enteros. No, no vayáis a creer que añoro esa época y que cuando era obispo de Auxerre gozaba de la vida más que hoy. Si he de confesaros la verdad, incluso me sentía impaciente por salir de aquí. Ansiaba acercarme a Aviñón, pese a que bien sabía que era demasiado joven; en definitiva, sentía que Dios me había dado el carácter y los recursos espirituales que podían ser útiles en la corte pontificia. Para cultivar la paciencia, profundicé aún más en el estudio de la astrología, y precisamente mi perfección en esta ciencia decidió a mi bienhechor Juan XXII, que me otorgó el capelo, cuando yo apenas tenía treinta años. Pero ya os conté eso. ¡Ah, sobrino! Cuando estáis con un hombre que ha vivido mucho, hay que acostumbrarse a oír varias veces las mismas cosas. No se trata de que al envejecer se nos reblandezca la cabeza; pero está colmada de recuerdos, que despiertan en toda clase de circunstancias. La juventud colma de imaginación el futuro; la vejez reconstruye con la memoria el tiempo que pasó. Se igualan las cosas. No, no tengo pesares. Cuando comparo lo que era y lo que soy, veo muchos motivos para alabar al Señor, y algunos para alabarme a mí mismo, con absoluta y modesta honestidad. En realidad, es un tiempo que corrió llevado por la mano de Dios y que no existirá cuando yo haya dejado de recordarlo. Salvo en la Resurrección, donde todos volveremos a reunirnos. Pero eso sobrepasa mi entendimiento. Creo en la Resurrección, enseño a creer en ella, pero no intento imaginarla, y afirmo que son muy orgullosos los que dudan de la Resurrección (sí, sí, son muchos más de los que pensáis), porque enfermaron de tanto querer imaginarla. El hombre se asemeja a un ciego que niega la luz porque no la ve. ¡La luz es un hondo misterio para el ciego!

Vaya..., el domingo podría abordar ese tema durante la predicación en Sens. Pues deberé pronunciar la homilía. Soy archidiácono de la catedral. Por esa razón me veo obligado a desviarme. Hubiéramos recorrido menos trayecto yendo directamente a Troyes, pero tengo que inspeccionar el capítulo de Sens.

Lo cual no quita que me agradaría prolongar un poco mi estancia en Auxerre. Estos dos días pasaron demasiado rápidos: Saint-Etienne, Saint-Germain, Saint-Eusèbe, tantas bellas iglesias donde he celebrado misa, matrimonios y comuniones.



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